Confianza en el juicio y la oración

Confianza en el juicio y la oración

Mark Finley11 ene 2022, 01:29

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:3-5).

La hora del juicio ha llegado

El mensaje del primer ángel de Apocalipsis anuncia: “la hora de su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:7). A la luz de la eternidad, la realidad del juicio divino del cielo nos lleva a buscar una relación más profunda con Dios a través de la oración. El juicio en el santuario celestial fue prefigurado por el Día de la Expiación en el Israel antiguo. En el antitipo del Día de la Expiación, en el sistema del santuario del Antiguo Testamento, todo Israel se reunía alrededor del santuario, confesaba sus pecados y buscaba el perdón de Dios. Levítico 23:29 declara de manera enfática: “Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo”. Afligir era buscar a Dios en arrepentimiento y confesión y pedirle el poder para vivir una vida piadosa.

El honor y la reputación de Dios están a prueba en el juicio final del cielo. Se han levantado cuestionamientos sobre su carácter ante el Universo. ¿Dios es justo? ¿Son sus mandamientos imposibles de guardar? ¿Es Dios amoroso y justo? En el juicio, Dios revelará que ha hecho todo lo posible para salvar a la humanidad. No hay nada más que podría haber hecho. Su gracia es suficiente para todos. Es una gracia que nos salva del castigo y el poder del pecado. Es una gracia que perdona nuestro pasado y nos da poder para el presente.

La urgencia del mensaje de la hora del juicio nos lleva a una relación más profunda con Dios. Ansiamos honrar su nombre y no hacer nada que pueda manchar su reputación. No debemos temer el juicio, porque Cristo es nuestro abogado, nuestro defensor y nuestro juez (Juan 5:22). En Cristo somos hijos e hijas del Rey del Universo, parte de la familia real del cielo. El profeta Daniel muestra a Jesús en el santuario celestial que se presenta frente al Padre en nuestro nombre en el juicio final del cielo. Miles de seres celestiales llegan a la escena de la corte. El gran conflicto entre el bien y el mal pronto terminará. El nombre de Dios, su carácter, será exaltado delante del Universo (Daniel 7:9-14). Se verá que Dios es tanto misericordioso como justo, que ha dado su más precioso don en Jesús.

Por las edades sin fin de la eternidad, exclamaremos: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:3-6).

En nuestro momento de oración hoy, examinemos nuestros corazones y pidámosle a Dios que nos revele cualquier cosa que no esté en armonía con su voluntad. Pidámosle que nos limpie de esos pecados profundos y ocultos, y luego agradezcámosle por su gracia, su perdón, y su poder para vencer. Por sobre todo, agradezcámosle por Jesús.