La misión de Dios y la oración- Parte II

La misión de Dios y la oración- Parte II

Mark Finley9 ene 2022, 00:23

“Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad” (Colosenses 1:3-6).

Crecimiento rápido

La Iglesia del Nuevo Testamento explotaba en crecimiento. En respuesta a la oración sincera y fervorosa, el Espíritu Santo se derramó con gran poder. Tres mil personas se bautizaron en un lugar en un solo día. En Hechos 4 se registra que “... muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:4). Si se hubiera incluido a mujeres y niños, el número de creyentes unos pocos meses luego del Pentecostés hubiera sido de 15.000 a 20.000. A lo largo del libro de Hechos, la iglesia continuó creciendo con rapidez. Hechos 6 declara que muchos sacerdotes o líderes religiosos eran obedientes a la fe (versículo 7). La narración cuenta la historia de la predicación de Felipe en Samaria, los viajes misioneros de Pablo por el mundo mediterráneo, el estudio de las Escrituras de Pedro con Cornelio, y los creyentes llenos del Espíritu Santo y compartiendo el mensaje de Cristo por todos lados. El impacto del evangelio fue tan grande que el apóstol Pablo pudo declarar que el evangelio fue predicado a toda criatura debajo del cielo (Colosenses 1:23).

La experiencia de la iglesia del Nuevo Testamento tiene el poder de instruir a la iglesia de hoy mientras esperamos la venida de nuestro Señor. ¿Cuál fue la clave de su éxito? ¿Por qué la iglesia del Nuevo Testamento creció tan rápido? Examinemos solo algunas razones. La iglesia del Nuevo Testamento vestía todo lo que hacía con la oración. Vivían vidas totalmente dedicadas a Dios y dependientes de él. Ellos reconocían que no tenían poder para cumplir la misión de Jesús sin el poder de Jesús. Elena de White lo dice de manera sucinta:

“Necesitamos mirar constantemente a Jesús comprendiendo que es su poder lo que realiza la obra. Aunque hemos de trabajar fervorosamente para la salvación de los perdidos, también debemos tomar tiempo para la meditación, la oración y el estudio de la Palabra de Dios. Es únicamente la obra realizada con mucha oración y santificada por el mérito de Cristo, la que al fin habrá resultado eficaz para el bien” (El Deseado de todas las gentes, p. 329).

La misión de Dios—a la manera de Dios

Notemos cuidadosamente esta instrucción. Es el poder de Cristo el que realiza su obra a través de nosotros. No es nuestra sabiduría, nuestro intelecto, nuestro carisma o nuestros conocimientos. La sabiduría para ganar almas viene de Jesús. El poder para cambiar vidas vive en Cristo y solo en Cristo. En un análisis final, solo la obra realizada con mucha oración y santificada por los méritos de Cristo mostrará ser eficaz para el bien. La misión de Dios debe realizarse a la manera de Dios.

¿Tiene algún ser querido al que espera ver en el reino de Dios? ¿Tiene algún amigo o compañero de trabajo que necesita a Jesús? ¿Hay alguien que conozca que alguna vez caminó en el pueblo de Dios, pero se ha extraviado? Escriba sus nombres en una hoja en blanco en su Biblia junto a 1 Juan 5:14-17. Todos los días clame la promesa de Dios en nombre de sus seres queridos. Ahora pasemos algunos momentos pidiéndole a Dios que nos recuerde personas para las que él desea que seamos sus testigos, y arrodillémonos para orar juntos por ellos.